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Viajar en la tercera edad

Viajar en la tercera edad

Llega el verano y con el las altas temperaturas, lo que nos lleva a plantearnos si es beneficioso o no viajar pasadas ciertas edades. Nos entra la duda de si en la vejez se tiene la suficiente capacidad para disfrutar de unas vacaciones como las disfruta el resto de la población.



Viajar siempre es una forma de experimentar sensaciones distintas y conocer lugares, escapar de la rutina y pasar unos días alejados de todo lo que conocemos. En la vejez todo esto no tiene por que ser diferente. Los mayores tras la jubilación disponen de más tiempo libre. Tras toda una vida laboral la población de más de 65 años entra en una etapa en la que se pasa de tener prácticamente todo el tiempo ocupado a no saber en que emplear dicho tiempo. Muchos mayores es, en este momento, cuando empiezan a disfrutar de estas experiencias. Se puede decir que en la actualidad se han convertido en un sector sumamente importante para el turismo.



Viajar aporta grandes beneficios. En primer lugar, y como lo más obvio, el viajar nos hace conocer lugares y culturas nuevas. El enriquecimiento cultural puede ser un aliciente en esta etapa de la vida en la que la mayoría de la gente ya no espera aprender  nada nuevo. El conocimiento siempre nos beneficia, y más aun en una edad en la que mantener el cerebro activo es tan importante.



Dejando a parte esto, podemos decir que viajar es una forma estupenda de sociabilizar. Muchos mayores aunque viajen con amigos o con sus parejas suelen hacerlo en viajes organizados. Este tipo de viajes suelen estar orientados a ciertos sectores de edad. Al apuntarse a un viaje o excursión dirigido a mayores, la comodidad esta garantizada, ya que las visitas están adaptadas al ritmo y forma física de la mayoría de los mayores. No suelen ser viajes agotadores y en ellos se fomenta el contacto con otras personas de su edad. Todo suele estar programado de antemano, con lo que las dificultades de planificación quedan totalmente eliminadas. Son viajes para que los mayores disfruten y se relajen totalmente.



A nivel psicológico, todo viaje es una manera de romper con la rutina de la vida diaria. Muchos mayores durante el año se dedican al cuidado de sus nietos o de otros familiares, y unas vacaciones suelen ser un merecido descanso y desconexión. Tras las vacaciones vuelven a casa con energías renovadas y con grandes dosis de optimismo. Viajar contribuye a reducir el estrés del día a día, disminuyendo, en gran medida, los estados depresivos.



Muchos mayores prefieren preparar ellos mismos las vacaciones, lo que les hace sentirse más útiles y hace que sientan que lo tienen todo bajo control. Preparar un viaje requiere tiempo y dedicación, con lo que mantienen su cerebro activo y ocupado. La sensación de bienestar que produce el sentirse independiente y capaz es algo que les lleva a no buscar agencias para organizar sus viajes.



Cada persona es un mundo, y hoy en día hay opciones para todos los gustos. Ya sea para quien quiere organizarse sus propias vacaciones o para quien lo quiere todo hecho.



A nivel económico también hay distintas opciones, y como elemento a destacar nos encontramos con las posibilidades de viaje que nos ofrece el IMSERSO. Dentro de este programa de viajes para mayores nos encontramos con muchos viajes a precios económicos adaptados a las pensiones de la mayoría de los ancianos. Hay viajes a precios bastante reducidos y con todo organizado, para que los mayores puedan disfrutar de unos días de diversión a pesar de tener una pensión baja.



Hay que tener en cuenta que así como el nivel adquisitivo de los mayores suele ser menor, también las personas de cierta edad disponen de grandes ventajas a la hora de viajar. En la mayoría de países las personas jubiladas tienen descuentos importantes en transporte público o para entradas a espectáculos, museos, etc.



En relación al tema de la salud, nos encontramos con que dependiendo de a donde vayamos, podemos contribuir a mejorar nuestro estado físico con unas vacaciones. El viajar a la costa puede ser una manera de disfrutar de los beneficios que aporta un paseo por la orilla del mar para la circulación sanguínea. Beneficios extensibles también para las enfermedades reumáticas. Un viaje a un balneario puede ser una buena opción para mejorar ciertos aspectos de nuestra salud. Las zonas de montaña, a su vez, pueden ser una manera excepcional de disfrutar de los beneficios de respirar al aire libre. Cualquier periodo vacacional puede incluir la realización de  ejercicios suaves, de gimnasia de mantenimiento o excursiones y paseos en la naturaleza. Todo ello, hoy en día, ofrecido por la mayoría de los establecimientos hoteleros.



La única limitación para cualquier persona, y en particular para los ancianos, será su estado previo de salud o sus condiciones físicas. Evidentemente no puede plantearse las mismas vacaciones una persona en buena forma física, que una persona con importantes enfermedades. Cada persona tendrá que programar sus vacaciones en función de su estado. Y todos, siguiendo unas pautas o precaucione básicas.



La mayoría de las personas, pasados los 65 años, necesita alguna medicación para distintas dolencias. Esto hace obligatorio el añadir al equipaje las correspondientes medicinas en cantidad necesaria para todo el periodo vacacional. Es algo fundamental no olvidarse ni abandonar los tratamientos habituales prescritos por los médicos durante estos días. Y también es aconsejable viajar con un pequeño botiquín con productos básicos como apósitos, gasas, algún desinfectante, repelentes de insectos, analgésicos, antiiflamatorios, antiácidos, protectores solares antihistamínicos, etc.



Si se viaja a ciertos lugares, sobre todo zonas tropicales o zonas con enfermedades endémicas, es necesario vacunarse con cierta antelación, por lo que es fundamental la previsión en este sentido. Cuando se tenga decidido un viaje se debe acudir con la suficiente antelación al centro de salud correspondiente a informarse de las vacunaciones necesarias para el país al que se va a viajar.



El verano por lo general suele ser una época de temperaturas elevadas, por lo que todo viajero debe hidratarse en abundancia, y más aun en el caso de los mayores que suelen perder la sensación de sed. Debemos obligarnos a beber un mínimo de un litro y medio de líquido diario y con temperaturas elevadas al menos dos litros.



También es bueno, tener unas rutinas aunque nos encontremos fuera de casa, debemos llevar unos horarios de comidas más o menos estables y no descontrolar el ritmo de sueño habitual. Sería bueno levantarse y acostarse a unas horas razonables para que la vuelta a la rutina no suponga un trastorno. En todo viaje debemos dedicar un tiempo al descanso, y más a ciertas edades.



A su vez, debemos controlar la presión o los niveles de glucosa en personas que lo hagan habitualmente. Como también se deben mantener las dietas alimenticias en los ancianos que tengan necesidad de llevar una alimentación especial. Las personas con problemas de alergias severas deben llevar encima la información para casos de emergencia.



No debemos olvidarnos en ningún momento la documentación necesaria para acudir al médico en caso necesario. Para viajar por Europa puede ser útil llevar la Tarjeta Sanitaria Europea, y para otros países es aconsejable contratar algún tipo de seguro médico. También es una buena idea informarse antes de viajar de la ubicación de los distintos Centros de Salud u Hospitales de la localidad donde vamos a alojarnos. Es bueno llevar el historial médico al día y si es posible en el idioma del país al que se va a viajar o al menos en inglés.



Con ciertas precauciones las vacaciones no tendrían que ser ningún problema para los mayores y si una experiencia enriquecedora. 

Bailar en la tercera edad

Bailar en la tercera edad

Tradicionalmente hemos visto el baile como una forma de ocio y diversión. En todas las culturas existe esta práctica como expresión artística y forma de esparcimiento. Asociamos muchas veces el baile a la juventud por su exigencia de movimiento, ritmo, agilidad, equilibrio y sincronización. Pero esto, no tiene que ser un obstáculo para la realización de esta actividad por personas de más edad, ya que bailar nos puede ayudar a hacer ejercicio, con los consiguientes beneficios para la salud, tanto de jóvenes como de personas mayores.



Bailar hace que se muevan gran cantidad de músculos de nuestro cuerpo, activando nuestro organismo y obligándonos a hacer ejercicio prácticamente sin darnos cuenta. Al realizar esta actividad aumenta la flexibilidad y la movilidad, así como la fuerza y la coordinación. Para personas con problemas de articulaciones rígidas es muy beneficioso. Se fortalecen prácticamente todos los músculos, sobre todo los de las piernas, brazos y caderas.



Estudios recientes ponen de manifiesto que estas actividades son muy positivas para aumentar la resistencia y la capacidad aeróbica. Esto disminuye en gran medida el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Con el baile aumenta el flujo sanguíneo mejorando así el sistema circulatorio en general. Al mover el cuerpo se activa la circulación de la sangre hasta el corazón, lo que hace que esta actividad sea realmente positiva.



Las personas mayores ya sea por sus patologías o por el cansancio tienden a volverse aun más sedentarias con los años, por lo que van aumentando de peso, con los peligros que eso conlleva. El baile ayuda a combatir la obesidad y a prevenir la diabetes quemando calorías de una manera lúdica y divertida. El baile al obligar a los mayores a moverse, hace que se vuelvan más activos y con más energía.



A su vez aumenta en gran medida el optimismo y reduce la depresión, ya que al bailar se generan endorfinas, que son las hormonas de la felicidad. A la vez que se activa el cuerpo se activa el cerebro, con lo que se consigue mejorar la salud mental de los ancianos. Mejora la memoria y la agudeza por lo que es una actividad muy buena para frenar los trastornos de las demencias típicas de la edad. 



Otro de los grandes beneficios del baile está relacionado con la vida social de las personas mayores. En general el bailar supone acudir a algún centro de baile o residencia. Para bailar necesitamos compañía, por lo que se fomentan las relaciones y se aumenta el nivel de felicidad. Con la felicidad se reduce el estrés y se mejora la autoestima de los mayores y el estado de ánimo. Con el baile se conoce gente y se evita la soledad.



Son indudables los beneficios, pero no todos los mayores tienen el mismo estado de salud. En este sentido podemos señalar que existen infinidad de bailes, todos con características diferentes, que se diferencian por el ritmo, la intensidad, los pasos que han de realizarse, etc. Cada persona tiene que decantarse por un tipo u otro de baile dependiendo de su edad, fuerza o movilidad. Evidentemente, para personas muy mayores o con dificultades de movimiento son más recomendables los bailes de baja intensidad y sin movimientos arriesgados.



Está demostrado el baile reduce el riesgo de caídas en los ancianos, ya que al practicarlo con frecuencia mejoran la coordinación y el equilibrio. Esto supone una gran ventaja ya que las caídas son uno de los principales peligros en las personas mayores. Para ancianos con artritis o parkinson el baile es muy positivo ya que logra estimular capacidades que tienen muy mermadas por sus patologías.



En todo el mundo se están llevando a cabo estudios y programas de danza para adultos con el fin de mejorar su salud y calidad de vida. El arte en general, y el baile en particular mejoran el estado físico y psíquico, previniendo así problemas de salud.



Conociendo ahora estas ventajas y sabiendo el enorme potencial de prevención de enfermedades crónicas, podemos afirmar que es una actividad recomendable para adultos. Eso si, como cualquier actividad que realicen los mayores debe hacerse con ciertas prevenciones. Es aconsejable usar ropa amplia y calzado cómodo. Deberán evitarse movimientos bruscos para evitar torceduras o molestias físicas y deberá buscarse un tipo de baile apropiado para la edad y las condiciones físicas de cada uno. Conociendo las propias limitaciones sabremos hasta donde podemos llegar.



No es necesario saber bailar, ya que en todas las ciudades podemos encontrar academias o centros donde se impartan cursos de distintos bailes adaptados a las distintas edades. Todo se puede aprender. Y si puede beneficiar nuestra salud ¿Por qué no intentarlo?


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