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La Soledad en los Mayores, un gran problema de salud que debe detectarse a tiempo

La Soledad en los Mayores, un gran problema de salud que debe detectarse a tiempo

Es necesario profundizar en la repercusión que tiene la soledad en las personas mayores y apostar por medidas novedosas que mitiguen esta.



 



Paula Barrio, Responsabilidad Sociosanitaria



 



Es evidente la repercusión que tiene la soledad en el deterioro de la salud y el bienestar de las personas mayores, y ésta se ha ido incrementando en los últimos años debido al envejecimiento de la población. Según la última encuesta publicada por el INE, cabe destacar que los hogares unipersonales de personas de 65 años y más aumentaron un 4,0% respecto a 2015

Una parte importante de la población adulta sufre soledad. Las relaciones sociales y el esfuerzo familiar son factores que pueden ayudar a combatir este sentimiento que aparece, sobre todo, en personas de edad avanzada. Según el estudio realizado por Louise C.Hawkley en la Universidad de Chicago, publicado en Research on Aging, sobre el 20-25% de las personas entre los 65 y los 79 años declara tener sentimientos de soledad, sin embargo hay otra gran parte de la población que se mantiene intacta ante este hecho.

Aunque esta situación es común en todas las personas, “su naturaleza como experiencia subjetiva varía de una persona a otra, manifestándose ante diferentes condiciones”, afirma el Director General de Dependencia y Mayor de la Comunidad de Madrid, Carlos González Pereira.



Uno de los factores de riesgo es vivir solo, pero “la soledad en sí misma no es mala, lo malo es estar solo aunque uno no quiera”, asegura el presidente de la Unión Democrática de pensionistas (UDP), Satur Álvarez Bacaicoa.

La soledad no deseada es la que está vinculada a problemas de salud ya que en muchas ocasiones está acompañada de menor actividad física debido a enfermedades crónicas que disminuyen la movilidad, deficiencias sensoriales de la vista y el oído o incluso un estado de ánimo depresivo. Todo esto ayuda a propiciar situaciones de soledad.

La pérdida de amigos y familiares puede ser otra de las causas de la aparición de la soledad en los ancianos, pero más especialmente la pérdida de la pareja. Hasta los 64 años la situación de convivencia fue más elevada en los hombres, sin embargo en las edades mayores de 65 años dicha propensión fue mayor en las mujeres.

Las diferencias de género en la soledad son encontradas de manera inconsciente según el estudio mencionado anteriormente. “Es curioso, pero los trabajadores sociales siempre dicen que la soledad la llevan peor los hombres”, afirma Álvarez Bacaicoa. La soledad es una realidad muy feminizada en los grupos de mayor edad, casi el 73% de las personas mayores que viven solas son mujeres, ya que de media en nuestro país estas viven cinco años más que los hombres. Pero, por lo que parece, los varones son más vulnerables ante este hecho.



 



RECURSOS PARA COMBATIR LA SOLEDAD 



La población española se muestra preocupada y partidaria de que el Estado proteja a las personas mayores que viven solas. “Creemos que la sociedad es consciente del riesgo que puede suponer en las personas mayores la presencia de una situación de soledad”, afirma González Pereira.

Esta situación de soledad es una de las principales inquietudes de las personas mayores a las que se intenta dar respuesta desde la Administración, por ejemplo a través de las diferentes medidas desarrolladas en la reciente Estrategia de Atención a personas mayores presentada por la Comunidad de Madrid.



Una de las líneas estratégicas de este programa es la mejora de residencias, pisos tutelados, estancias temporales y ayudas económicas para el acogimiento familiar. “Creemos que estas medidas pueden reducir la situación de soledad, además de prevenir situaciones de dependencia y disminución  de institucionalización de la persona mayor en un centro residencial”, asegura González Pereira.

Para combatir la soledad existen otros servicios como los centros de mayores, hogares y clubs. Además, también se puede contar con las asociaciones de mayores, como UDP. El problema es llegar a las personas que no utilizan estos recursos y lograr su integración en algún tipo de actividad.

“En nuestro trabajo con este grupo de población hemos detectado que es fundamental la coordinación de las distintas entidades que trabajan con mayores para ser más eficaces”, asegura Álvarez Bacaicoa. Las asociaciones de vecinos y de mayores, las administraciones y las ONG deben trabajar conjuntamente y proporcionar los recursos necesarios que ayuden a paliar esta soledad y a atender a estas personas.



 



VIVIENDAS COMPARTIDAS 



Una de las medidas más novedosas para combatir este problema son las viviendas compartidas, que promueve la estrategia madrileña. El objetivo de este programa está dirigido a impulsar, promover, fomentar y facilitar el contacto entre personas mayores que buscan compartir vivienda, tareas adicionales como limpieza de la casa, acompañamiento y repartir los gastos que se generan en ella.



Compartir piso no es solo una alternativa a la institucionalización, sino que se convierte en una oportunidad para lograr un estilo de vida que conduce a un envejecimiento activo en compañía de otras personas de su misma edad.

“Las viviendas compartidas, son una iniciativa basada en la ayuda mutua que pretende dar respuesta a las necesidades de apoyo de las personas mayores, así como a las necesidades de alojamiento”, afirma González Pereira.

Es importante profundizar en la importancia de estas situaciones, seguir concienciando a la sociedad y apostar por la puesta en marcha de medidas novedosas.

Los mayores y el calor

Los mayores y el calor

Todos los años, a la llegada de la temporada estival, los telediarios alertan de la llegada de subidas de temperaturas, las coloquialmente conocidas como “olas de calor”. A lo largo del verano este fenómeno nos amenaza en no pocas ocasiones. Se suelen predecir temperaturas como las que acompañan estos días al sur de la península, y que pueden sobrepasar en algunas zonas los 45 grados al sol.



Debido a esto, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología no se cansa de recordarnos que las altas temperaturas, si ya son peligrosas para el común de la población, para los mayores de 65 años lo son aun más. Este sector de población es, junto con los niños, el que más riesgo corre de sufrir un golpe de calor.



Según se van cumpliendo años se va perdiendo la sensación de calor. Paseando en verano por cualquier pueblo de nuestra geografía, no es extraño ver a ancianos sentados a las puertas de sus hogares vestidos con indumentarias que el resto de la población consideramos otoñales. Las chaquetas e incluso las medias tupidas son algo de lo que muchos mayores no prescinden en verano.



Sumada a la perdida de sensación de calor, está la disminución de la percepción de sed, lo que provoca un gran riesgo de deshidratación. La percepción de la sed, si ya es baja en un anciano sin complicaciones, lo es aún menor en ancianos que padecen ciertas enfermedades o patologías y tienen pautados medicamentos, cosa que por otra parte, es lo más común pasados los 65 años. Además a mayor edad menor sensación de sed.



Con una temperatura ambiente elevada y una baja percepción de la misma, es posible y bastante probable, que la temperatura de nuestro cuerpo se eleve peligrosamente. Cuando se superan los 41 grados podemos hablar de una hipertermia. Nuestro organismo en estos casos tiene grandes dificultades para regular la temperatura y se produce el temido golpe de calor. El cuerpo no se adapta a esta subida de temperatura y ello puede ocasionar graves consecuencias, a veces irreversibles.



Para evitar, en lo posible, el golpe de calor es importante conocer sus síntomas. En casi todos los casos, un golpe de calor va precedido de algunos de los siguientes síntomas: dolor de cabeza, náuseas, vómitos, escalofríos, boca seca, mareos, piel seca y enrojecida, calambres musculares, desorientación, pérdida de conciencia o confusión y ausencia de sudoración ante altas temperaturas, etc.



La consecuencia más grave del calor elevado es la pérdida abundante de líquidos en el organismo. Esto, no deja de ser el mecanismo del que se vale el cuerpo humano para tratar de reducir la temperatura. Ante una elevación importante de grados de temperatura nuestro cuerpo trata de protegerse dilatando los vasos periféricos para que la sangre fluya con más facilidad hacia la piel. Normalmente también aumenta la sudoración y gracias a ello se pierde calor por evaporación. La naturaleza trata de solucionar un problema de exceso de temperatura, pero este mecanismo puede llevar a una pérdida de líquidos importante. No olvidemos que el cuerpo humano es en su mayoría agua y muchos órganos se pueden ver seriamente perjudicados con su ausencia.



Si estos líquidos no son repuestos, es cuando llega el problema de la deshidratación. Situación, que hace que nuestra tensión arterial descienda y se tenga la sensación de debilidad. Al no reponerse los líquidos el organismo tampoco puede activar la sudoración de la manera adecuada, ocasionando que la piel parezca seca y enrojecida. Entramos con ello, en una elevación de la temperatura corporal peligrosa, en lo que anteriormente denominábamos hipertermia. Si este proceso no se frena, se puede producir un shock con fallo de los distintos órganos, pudiendo en casos graves, llegar al coma.



Las personas mayores a causa de sus características especiales son más propensas a sufrir estos trastornos. Y también, dadas sus circunstancias, es más complicado reconocer el golpe de calor en dicha población. Muchos procesos normales, como por ejemplo la fiebre en un resfriado común, pueden asemejarse en sus síntomas a los de un golpe de calor. Dada la gravedad de las posibles consecuencias de un golpe de calor, ante una temperatura corporal elevada en un anciano en estas épocas, se recomienda que se considere esa elevación de temperatura como golpe de calor, ya que el pronóstico positivo en estos casos depende en muchos casos de la rapidez de actuación. 



Tanto en esto, como en muchos otros temas de salud, es fundamental la prevención. En época estival, y sobre todo en momentos de avisos por ola de calor se tienen que tomar ciertas precauciones por las personas mayores o por los encargados del cuidado de los mismos.



Como premisa básica y más evidente, en momentos de calor elevado es fundamental evitar en lo posible el calor y mantener un grado de hidratación adecuado tomando los suficientes líquidos. Como líquidos entendemos a parte del agua, las infusiones, los refrescos, zumos de frutas, caldos, etc. La ingesta de líquidos tiene que producirse aun en el caso de ausencia de sensación de sed. Recordemos que en personas mayores esta sensación de sed suele desaparecer casi por completo.



También es fundamental que las comidas que se realicen no sean excesivamente pesadas. Es preferible varias comidas ligeras, que una comida copiosa. Las comidas basadas en ensaladas y en el consumo de frutas y verduras frescas son altamente recomendables en el verano.



Deberemos evitar el sol en los momentos del día en los que la temperatura sea más elevada. Las horas centrales del día son las más peligrosas, dado que el sol se encuentra en esos momentos (del medio día hasta las cuatro de la tarde) en su posición más elevada, y es entonces cuando se suelen alcanzar los picos más elevados de temperatura.



Aunque en personas mayores los golpes de calor no suelen darse por realizar ejercicios de gran esfuerzo, tenemos que tener este punto en cuenta. No se recomienda el ejercicio en los momentos de calor excesivo. Los paseos y actividades físicas es mejor realizarlos a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde.



También se recomienda mantener las casas ventiladas y frescas. En zonas en las que año tras año se alcanzan temperaturas elevadas, sería una buena inversión hacerse con un sistema de aire acondicionado adecuado.



Hay muchos otras recomendaciones que debemos seguir en esta época de cara a evitar los golpes de calor, como por ejemplo vestirse de acuerdo a la temperatura, con tejidos ligeros y ropa amplia, usar gorros o sombreros, evitar aglomeraciones o espacios cerrados mal ventilados, no permanecer mucho tiempo en vehículos estacionados al sol, etc.



Teniendo en cuenta los avisos ola de calor, y tomando las precauciones básicas el verano no tiene por que ser un problema para nadie. Y si es posible, unas vacaciones veraniegas en lugares menos calurosos y menos masificados pueden ser la solución perfecta para sobrellevar las temperaturas elevadas.


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